“Acostumbrado ya
a lo bueno de esos primeros años de mi infancia y faltándome aún casi la mitad
de esa etapa por recorre, de pronto y sin razón aparente, mis hermanos y yo
sentimos un cambio en las costumbres familiares, los paseos dominicales se suspendieron porque papá tenía que
trabajar…, las ocasiones de juego
eran escasas porque nos asignaron actividades caseras…, la variedad de alimentos disminuida
porque sólo eso había,…,… En fin, para nosotros, lo anterior era mejor, pero,
sin otra alternativa, debíamos acostumbrarnos a la nueva rutina”.
COMENTARIO:
“Realmente en aquel entonces no sabíamos por qué y aunque nos lo explicaran no
lo entendíamos, era algo incomprensible para nosotros. Sin embargo, observando lo ocurrido Vs lo vivido, en esa época se debe
resaltar la proeza de aquellos padres que, como responsables de una familia numerosa y sin un ingreso fijo,
debieron afrontar el desmejoramiento de la ya precaria economía nacional para,
con esfuerzo y sacrificio, mantener a flote a su prole.
-Lo ocurrido: A nivel general: La
Segunda Guerra Mundial (1939-1945), aunque su desarrollo fue lejos (Europa, Asia,…) y los efectos
directos relativamente pocos (entre otros, podríamos mencionar: El hundimiento
del buque mercante San Pablo de EE UU – Limón, julio’42-, tras el ataque de un
submarino Alemán. Y la disminución de exportaciones por transferencias a la
guerra…); las consecuencias indirectas si nos maltrataron. Y, a nivel local,
algunas políticas tomadas por el gobierno de entonces, presidido por el Dr. R.
Calderón G. (entre otras podemos mencionar: confiscación de capitales -
declaratoria de guerra – medidas para reservar existencias nacionales de
víveres y artículos básicos,…). Las consecuencias indirectas de la guerra y las
directas de las políticas tomadas, fueron las causantes del desmejoramiento
mencionado.
-Lo vivido: Lo ocurrido afectó a
toda la población, el cambio de costumbres fue general, pero, acorde a
ingresos, de variable impacto o sea, el mayor golpe fue para las familias sin
ingresos fijos y, entre ellas, a mayor prole–mayor impacto. Es algo natural, un
bajonazo en la economía, obliga a todos a ajustar sus gastos y esos ajustes
conllevan a suspender lo no prioritario. Por eso, las familias de ingresos
fijos, para hacerle frente a la crisis suspende la compra de servicios (albañilería,
carpintería, pintura, otros,…) y,
quienes vivían de la venta de esos servicios, las familias sin ingresos fijos,
eran las afectadas directas, los responsables de ellas tenían que agenciárselas
‘para cumplir’ y, entre más prole, mayor problema.
En concordancia
con lo anterior, para mostrar las angustias de las muchas familias directamente
afectadas por esa causa, basta con referirse a una de ellas. Por eso, antes de
narrar las vivencias post-desmejoramiento…, contaré lo sentido y lo actuado en mi familia, resumido en,
la razón de lo ‘incomprensible para nosotros’ (sentir infantil) y las congojas
de mis padres para, después de semejante golpe, lograr ganarse el sustento
familiar.
- Los paseos dominicales
se suspendieron porque papá tenía que trabajar,
ahora comprendo, no tengo duda, trabajaba hasta los domingos para poder
cumplir. No sé como hacía, se dedicaba a prestar un servicio que, en tiempos de
crisis, lo calificaban de no prioritario y listo, lo dejaban esperando mejores
tiempos. Sin embargo, me acuerdo, él siempre salía y a veces muy temprano,
seguro a trabajar en su ocupación habitual o en lo que fuera, cuando salía muy
temprano, posiblemente había conseguido algún contrato fuera de la ciudad
(Santiago, San Josecito, San Antonio,…), y, como el servicio colectivo era
escaso e inoportuno, tenía que ir a pie. Y, no siendo suficiente el ingreso
así recaudado, trató de aumentarlo con su segunda posibilidad ‘las
marionetas’. Para ello, por contratación previa o a jugarse la suerte en
algún turno u otra actividad comunal, los sábados y domingos viajaba a
diferentes partes del país para realizar presentaciones…, y entre semana,
cuando en alguna familia pudiente lo contrataban para una presentación en un
cumple años u otra actividad familiar, se presentaba.
Las ocasiones
de juego eran escasas porque nos asignaron actividades caseras, claro, por lo duro de
la situación, mamá (quién siempre decía Debemos buscar el cinco donde esté…
con eso nos inculcaba: ‘No lo
esperen…, busquen lo necesario donde esté’), también hizo un gran esfuerzo para
aumentar los ingresos y, sin descuidar los quehaceres rutinarios, inició una
nueva actividad, hacer tortillas y pan casero para vender. Aunque siendo este
un trajín totalmente casero, requería su tiempo para atenderlo y, para darse
oportunidad, nos asignó algunas rutinas del hacer diario (cuidar los chiquillos, barrer,…, todas a
nuestro alcance). Fue interesante porque, además de ayudar a la solución,
aprendimos a realizar esas rutinas y, con el transcurrir de los años, nos han
sido de utilidad.
Otra cualidad de
ella, digna de recordar, era su habilidad para los masajes curativos, aunque
era ocasional y sin cobrar, siempre recibía algo para aumentar sus
ingresos.
-La variedad
de alimentos disminuida porque sólo eso había, definitivamente sí, eso fue
una realidad y como niños la sentimos. Sin embargo, ante la estrecha realidad,
ellos trataron de proveernos los nutrientes necesarios para un crecimiento
saludable, eso sí, con una dieta balanceada e integrada por alimentos básicos
tradicionales y de bajo costo”.
“Creo que con
estas incomprensibilidades infantiles y la proeza realizada por los padres para
salvar a su prole, se pueden formar idea de lo sucedido y luego, al contarles
las vivencias post-desmejoramiento, con detalles y decisiones fuertes por ellos
tomadas, podrán ampliarla”.
“-Por justicia,
antes de seguir, hago un reconocimiento póstumo a todos los padres afectados
por esa difícil época y en especial a los
míos. Ellos, con su valentía, esfuerzo y sacrificio lograron la proeza,
sacarnos a flote. Su estadía en la
tierra fue dura. ‘Que descansen en paz. Amén’…”
ESOS TIEMPOS CRÍTICOS
“Los cambios
sentidos por nosotros (Manolo y yo, los chiquillos no…), seguro indirectamente
externamos nuestro sentir; porque, mis papás, en una para nosotros parla (por
la edad me quedó poco), pero, por el énfasis de ellos en ciertos puntos, sí
entendí de prepararnos para el cambio, porque había un problema con la plata y
sólo con el tiempo se arreglaba. Por eso, nos dijeron, mientras el tiempo hace
lo suyo necesitamos trabajar más y gastar menos o sea, vamos a variar algunas
costumbres (de inmediato pensé: paseos, juegos y comidas), y, así fue,
suspendieron los paseos, nos asignaron rutinas y anunciaron variantes alimentarias.
Bueno, lo
transmitido fue suficiente para entender la realidad, debemos aceptar lo
sentido o sea, dándole tiempo al tiempo, nos fuimos acostumbrarnos al cambio”.
-Rutinas asignadas: “A Manolo, por ser el
mayor (poco menos de 6 años), le asignaron las tareas y a mí me correspondió,
además de ayudarle, entretener a
los chiquillos (Virgi y Chus). Manolo, para darle oportunidad a mamá de atender
su nueva actividad, le correspondía mantener limpia la casa (era con piso
lujado, fácil de limpiar), darle mantenimiento a la huerta y al jardín (en eso
nos entreteníamos mucho, era como jugar con tierra) y los mandados cercanos”.
“-Los alimentos,
para cumplir con los tiempos diarios, los distribuyeron así: Desayuno;
iniciando la mañana, aguadulce con pan casero D’-Mina (recortes y piezas no
presentables para la venta…) y, cuando era posible, le agregaba algo más. Refrigerio;
a media mañana, por lo general, nos daban una fruta (la de temporada, por
barata) o un vaso de fresco. Almuerzo; al medio día, lo típico de la época,
arroz y frijoles como base alimentaria, ensalada (utilizando la huerta), huevo
casero, (siempre habían gallinas) o carne, plátano maduro, tortilla y leche o
fresco (más/menos un casado actual). Mamá, siempre trataba de hacer alguna
variante, especialmente con el huevo (por producirse en casa, se usaba casi a
diario), lo mezclaba con la flor o el fruto de las plantes del patio, itabo,
chicasquil, tomate, raíz de chayote, piñuela, chile dulce…, con eso, además de
variar el plato, le resultaba nutritivo y de menor costo. La carne era menos
frecuente (a veces compraban o mataban alguna gallina y hacían un plato
especial…). Siempre, al repartir la comida nos advertía, ‘botar comida es
pecado, muchos la necesitan’. Así nos enseño a no abusar, llevar lo justo o
menos y si es del caso pedir más, pero nunca botar. Aún ahora, a mis 75 años,
al servirme o pedir un plato, me acuerdo de su frase ‘botar comida…’ y me sirvo
poco o lo pido pequeño para cumplir… Refrigerio; a media tarde, hacia café o
fresco con pan casero D’-Mina (recortes y…). Cena; al final de la tarde, se acostumbraba la sopa
(verduras o quelites o…) o, en vez de sopa, picadillo (chayote o papa o…), en
ambos casos se acompañaba con arroz y un jarro de aguadulce y, hasta mañana,
nos mandaban a dormir. Algunas veces, cuando papá tenía que salir a realizar
alguna diligencia, Manolo y yo lo acompañábamos, pero, regresando no más, a la
cama”.
“-Comentario:
Con el pasar de los días y la aplicación de las nuevas rutinas, nos
acostumbramos, nos familiarizamos con las nuevas reglas y, como niños, las
disfrutábamos y nos sentíamos bien, ya no añorábamos nada. Sin embargo,
pensando ahora en lo ocurrido, mis papás no habían podido acomodarse, pese a
todos sus esfuerzos, algo no les funcionaba y, para poder seguir,
necesitaban un reacomodo y, dentro
de su zozobra, posiblemente atendiendo algún consejo o recomendación, miraron
un mejor panorama en Puntarenas y….”
“-Nos
fuimos para el puerto: En cierta ocasión, cuando tenía como cinco años,
mis padres tomaron la decisión de irnos a vivir a Puntarenas; nosotros felices
porque, recordando los paseos anuales, nos parecía una maravilla. Después de
los preparativos respectivos (deshacerse de los animales, muebles,…, todo),
alistaron maletas y partimos rumbo al puerto, disfrutando el viaje como
siempre, llegamos muy contentos…
Al principio muy
bonito, estábamos como de paseo, los tíos nos llevaban en bote a pescar y a
visitar lugares,…. Sin embargo, con el transcurrir del tiempo, fue cambiando el
panorama y ya no era tan bonito; a mí me dio sarampión y me tuvieron durante
todo el mes de marzo en un cuarto totalmente cerrado, porque, según creencias,
una venteadura podía ser fatal y, apenas recuperándome, se contagió mi hermana Virgi y le aplicaron lo
mismo a la pobre.
Uno sentía que
la cosa no andaba bien y se nos confirmo cuando, al recuperarse mi hermana, de
inmediato nos regresamos para Alajuela”.
Comentario: “¿Por
qué nos vinimos del puerto? En ese
momento no sabíamos, pero, para mí, después del encierro vivido por el
sarampión necesitaba regresar y, por lo percibido, todos querían venirse, era
lo mejor. Posteriormente, con el transcurrir del tiempo, cuando tías y tíos en
sus visitas nos comentaban, fuimos conociendo la razón y era lógico, papá no
pudo conseguir trabajo, todo era diferente, él no tenía clientela para su
ocupación. Le consiguieron trabajo en el Muelle, pero, por falta de
conocimientos y condición física, tampoco le resultó. No logró ambientarse y
decidió regresar…”
Lo ocurrido en
el Muelle: “Según nos contaban los tíos, le pasó por desconocimiento. Le
consiguieron trabajo en la descarga de un barco cementero y, sin ninguna
explicación, lo pusieron en la fila de descargadores y le dijeron siga la fila,
mientras avanzaba observo la rutina y era muy fácil, pasar sacos de cemento del
barco al carro del tren que estaban cargando y regresar a la fila. Pero, por
pura suerte, cuando llegó al barco y cargó el saco le dijeron: ‘Éste está
roto, llévelo al hospital’ y confundido preguntó ¿Al Hospital? y, bruscamente
le dijeron, ‘SI‘ al hospital le respondieron. Por lo tanto, cumpliendo lo ordenado, se enrumbó
hacia el Hospital San Rafael, ubicado frente al Muelle, no había caminado mucho
cuando lo rodearon los guardas por intentar sacar el cemento… Al final se
aclararon los nublados del día e indicándole el carro hospital a donde se
llevaban los sacos rotos, se devolvió y lo entrego. Sin embargo, por la
peligrosidad del sitio, no admitían gente sin experiencia en el trajín del
Muelle y con lo anterior, hizo pública su inexperiencia. Por lo tanto, apenas
llegando le hicieron la despedida “.
“La llegada a
Alajuela..., no teníamos casa, ni muebles, ni nada y….”
Continuará…
Don Heriberto, me encanta lo que esta escribiendo, todos los imprimo y se los llevo a mis papás.
ResponderEliminarKattya Jenkins