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martes, 29 de mayo de 2012

Beto continuación (II)


Respuesta aclaratoria; en la publicación anterior, al relatar los preparativos ‘Para Semana Santa’,  mencioné el tamal mudo y, por estar prácticamente en desuso, generó interés en curiosear al respecto. Ya contesté la consulta, pero, para no dejar duda, considero conveniente generalizar la respuesta: ‘TAMAL MUDO’;  es un tamal de forma cilíndrica (como un arrollado), sin nada de relleno, pura masa aliñada y, como todo tamal, envuelto en hojas de plátano se cocina en agua hirviente. Después, frio y sin hojas, partido en tajadas lo ponen en la mesa, así, para acompañar la comida, cada uno se va sirviendo. A muchos les gusta para acompañar la sardina, por eso, en Semana Santa, era infaltable.  
           
Cambio de etapa; narrándoles lo bonito-lo no bonito y lo difícil de mi infancia (1937 a 1944), les esbocé el trajinar de una típica familia del ángulo inferior y sin ingreso fijo, de esa Costa Rica de la primera mitad del Siglo XX, cuando  abundaban los recursos naturales, pero, por falta de energía y otros acontecimientos, carente  de facilidades para sus habitantes. Y, para ampliar el boceto, les narre dos vivencias sobre las incomodidades y dificultades generadas por las políticas tomadas. La primera, las cajas de galleta, simplemente era para mostrar lo incomodo de algunas compras. Pero, el segundo, el plan medio macabro de Memo, ese es bueno espulgarlo un poquito, porque, a la ligera, aparenta algo malo y no hay tal. Si lo vemos con detalle y por partes, es el resultado de una decisión tomada en base a la causa y sin considerar los efectos. Pues, con una medida para protegernos del desabastecimiento, desabastecieron de materia prima a algunas mini empresas y, por estar ante un cierre inminente, debían hacer algo para conseguir el material y así, evitar las duras consecuencias de un cerramiento (aumento del desempleo). 

Mis padres, cuando decidieron apoyar a Memo con la custodia del dulce y la participación de nosotros en el transporte del mismo, actuaron considerando lo positivo, mantener el trabajo del grupo y, por deducción, desestimaron el desacato. Por eso, de inmediato y en presencia de Memo, nos llamaron para tratar de transmitirnos el serio problema del dulce requerido en la fábrica…, y lo más grave, afirmaron, de no dársele solución, él y sus tres operarios quedaran sin trabajo… (Con esa sencilla pero clara explicación y las experiencias por nosotros vividas, nos fue fácil imaginar el patético final). Memo tiene la solución, nos dijeron, esconder el dulce durante el transporte y custodia, para ello requiere ayuda y se la vamos a dar… (Nos explicaron el plan… y otros detalles, posiblemente para evitar visiones erróneas sobre la encubierta operación). Hasta donde recuerdo, todo salió muy bien, la fábrica se mantuvo en operación hasta el final de la crisis y mucho tiempo más. A propósito, la simulación era creíble, porque, en un par de ocasiones, al cruzársenos un policía, este se ponía en posición de firme y hacia el saludo militar al paso del féretro… (Cajón).

Imploremos por el no retorno de situaciones similares, pero, de darse y requerir meditas protectores, debe considerarse lo vivido e incluir excepciones en defensa del trabajo…
Considerando suficientes las vivencias de infancia, abro la página escolar…  

Etapa escolar; tenía muchas ganas de llegar y al lograrlo me dejaron esperando. Cuando fui a matricularme para el curso lectivo de 1944, me faltaba poco para cumplir los siete años y no me aceptaron. Porque, según reglamento, para ingresar se requería siete años cumplidos y cuando los cumplí (26 de abril), regresé y ya estaba cerrada la matrícula, ni modo a esperar hasta el otro año.

Otra de las frases usadas por mis padres era ‘El tiempo perdido, hasta los Santos lo lloran’, así nos enseñaron a aprovechar el tiempo, a utilizarlo en cosas de valor (trabajo, estudio, arte, descanso,…), y nunca desperdiciarlo en inutilidades, en cosas sin valimiento y, mucho menos, si estas afectan a los demás. Por eso, para aplicar las enseñanzas y evitar el llanto de los Santos, mientras llega el momento de estudiar, el tiempo lo dedicare a, recordándoles lo políticamente relevante en ese año de 1944, encausarlos hacia lo acontecido al final de esa década.

-Cambio de gobierno; vencido su periodo de gobierno, el Dr. Rafael A. Calderón Guardia le entregó el poder al Lic. Teodoro Picado Michalski (1944-1948), quién, con respecto al gobierno anterior, mantuvo las reformas sociales, se distanció del comunismo, censuró la corrupción y el nepotismo, mantuvo la relación con la Iglesia Católica y, en lo económico, tomaron medidas tendientes a sanear el fisco… (Ley de Presupuesto, Defensa Económica, Centro de Control, La Tesorería Nacional, impuesto a la renta,…). También, por su protagonismo en el cambio, en este período debemos recordar el regreso de don José Figueres Ferrer, quién, por un mensaje radial emitido en contra del gobierno de Calderón, en 1942 fue encarcelado y expatriado…  

La desconfianza en el proceso electoral creó inestabilidad política (constantes luchas, actos terroristas, conspiración contra políticos, atentado contra edificios…). Don Teodoro trató de conciliar y creo reformas, pero, aún así, no fue suficiente. La oposición, exigiendo garantía de elecciones libres para el 48 (sospechaban de un fraude para elegir por segunda vez a Calderón), llevó a cabo la ‘Huelga de Brazos Caídos (27-jul. al 2-ago. de 1947), movimiento organizado por los patrones (cerraron bancos, comercios, industrias… Las medidas represivas del gobierno generaron saqueos, balaceras…). La huelga termino cuando, para las elecciones del 48, el gobierno garantizó imparcialidad electoral e injerencia de la oposición en el proceso…

Los mariachis; sobrenombre distintivo de los calderonistas, nace en esa Huelga de Brazos Caídos, de la cual hay mucho escrito, empero, por ser una anécdota curiosa, les contare los recuerdos  sobre ese perdurable sobrenombre: 


La oligarquía no quería el regreso de Calderón… y sintiendo todo listo para una fraudulenta reelección, optó por presionar con la huelga. La contraparte, el caldero-comunismo como lo llamaban, considerando el movimiento como una amenaza a las reformas sociales logradas (CCSS, UCR, El Código de trabajo,…),  se aprestaron a defenderlas, para ello trasladaron militantes de la zona Sur (lugares cálidos) a San José para reforzar la protección y, para cubrirse del frio, le dieron una cobija roja a cada uno, la cual, al usarla, los asemejaba con esos campesinos mejicanos con sarape. Por eso, los huelguistas (empresarios, comunicadores,…), despectivamente los llamaron mariachis y, aunque la vestimenta no es mariachi, así se quedaron. Después de todo, con el tiempo, el grupo se identificó con el sobrenombre y lo convirtió en su identidad.

Curso lectivo 1945; ingrese a la Escuela Ascensión Esquivel en Alajuela, era la más cercana a casa, saliendo por el lote vacío y medio encharralado por donde ingresábamos con el dulce, caminaba 350 m. al Norte y llegaba a la Escuela. Era muy bonita y bastante grande, con muchas aulas, salón de actos, oficinas administrativas, servicios sanitarios,… Al costado Este un gran patio donde hacíamos las prácticas de agricultura y al puro frente, la Plaza Acosta de uso comunal y también para las actividades de educación física. Después de la plaza o sea, frente a la escuela, plaza en medio, estaba la ‘Plaza de Ganado’ (ocupaba dos cuadras y tenía apartaderos, área de pesaje…), en donde, lunes a lunes mercaban ganado… (Luego les cuento…). Al costado Oeste de la Plaza de Ganado estaba el ‘Plantel del Ministerio de Fomento (actual MOPT)’ y, además de oficinas y talleres, ahí tenían la planta y los agregados  para preparar la mezcla asfáltica, la maquinaria e implementos utilizados en la construcción de carreteras y otras obras públicas (El área del plantel más la de la plaza de ganado, actualmente son utilizadas por el Instituto de Alajuela). Otra referencia importante, sobre todo por ser parte de nuestra historia, es La Fuente de la Libertad, mini parque preservando el sitio donde nació Juan Santamaría y a sólo 40 m. Este de la escuela, en la pura esquina.

Era una escuela exclusiva para varones, lástima, no era lo mejor, pero así se acostumbraba. También Manolo estaba en esa escuela y ya iba para tercer grado (la diferencia de edad y la espera para tener siete cumplidos, le permitieron adelantarme en dos años de estudio), eso me fue de gran utilidad, me vine con él y, con sus dos años de experiencia, rápidamente me orientó. Llegamos, me llevó a una pizarra grande donde estaban las listas, buscó y me dijo: ‘Le toca en el Primero A con la niña Berta’, me dejó en la puerta del aula y se fue a buscar la de él. En ese momento sentí una sensación rara, entre alegría e incertidumbre, contento por estar en  donde hacía días quería estar y dudoso del porqué estaba ahí, no tenía la menor idea… Seguro estaba petrificado, cuando se me acercó una señora y me dijo Hola, ¿cómo te llamas? le respondí Beto y, con voz muy dulce y gesto amable me dijo: A sí Betico, yo soy Berta la maestra, pase adelante… Y, con ese recibimiento, me estabilicé de nuevo y comencé a disfrutar la escuela. Estaba acomodándome cuando sonó la campana para inicio de lección. La niña Berta nos dio la bienvenida, nos resumió el trabajo a realizar durante el curso,  se presento e inició un ejercicio para conocernos, fue muy bonito y le puse mucha atención, era mi primer grupo de compañeros y quería conocerlos bien….

Después fui conociendo al resto del personal; doña Ostelina la Directora (por su edad y trato, infundia respeto) y otras maestras (Rosita, Belén, Yolanda,…) y maestros (Rigoberto, Ramón, Arturo,…) y la portera (Juana, ‘actualmente sería la conserje’); en esa forma, poco a poco, fui y me fueron conociendo hasta llegar a sentirme en una familia de recíproco buen trato. Otro detalle a recordar, frente al costado Este, en la esquina estaba la Pulpería y Bolívar, el dependiente, debía moverse con rapidez cuando, en el recreo grande, llegaba el tumulto y, como el tiempo era poco, todos pedían a la vez formando un alboroto, yo admiraba a Bolívar porque, a todos nos atendía sin hacer loco y, debo ser franco, era una venta difícil de atender, la mayoría llegábamos con cinco céntimos y, para lograr la mejor opción, preguntábamos el valor de los helados, las melcochas, las cajetas, los confites,… y, aún así, nos atendía complaciente.

El horario, además de cubrir los seis días de la semana, era alterno y con cambio de alternancia semanal. Esto, porque, en el mismo edificio operaban dos escuelas (Ascensión Esquivel y Carlos Gagini).

Prontamente, con el desarrollo diario del programa y la dedicación de la niña Berta, haciendo letras y practicando el silabario fuimos aprendiendo a escribir y leer, a conocer las herramientas básicas para comunicarse y formarse. Fue muy satisfactorio cuando, ya sin ayuda, pude coger papel y lápiz para escribir, sabiendo el significado de lo escrito o sea, leyendo lo escrito… Ya tenemos el primer paso, dijo la niña Berta, iniciemos el segundo, porque, sólo así, paso a paso llegaremos a la meta…

Repartir los periódicos; fue el primer trabajo de Manolo, a la vuelta de la casa (50 m. Oeste y 25 m al Norte), estaba la Agencia del Diario de Costa Rica, don Carlos Calvo era el Agente y su hijo Memo atendía el despacho. No sé con quien habló Manolo y le asignaron una zona para distribuir suscripciones, a las cuatro de la mañana llegaba el paquetón de periódicos y memo, formando rollos por zona, lo entregaba al encargado correspondiente y todos corrían a distribuir. El trabajo era fácil, conociendo la zona, pasar tirando el periódico por debajo de la puerta en cada casa de suscriptor, se trataba de hacerlo con rapidez, para, entregándolo temprano, darle oportunidad al cliente de verlo antes de salir a sus quehaceres. En el caso de Manolo, con más rapidez, porque, cuando tenía escuela por la mañana, máximo a las seis debía llegar a alistarse; por eso, para aligerar la distribución, en casa me nombraron ayudante y, efectivamente, entre los dos terminábamos en mucho menos tiempo, la paga no era problema, toda formaba parte del  ingreso familiar, y pude disfrutar las madrugadas corriendo de casa en casa, Manolo por una acera y yo por la otra para, con la carga repartida y sin zigzaguear, avanzar más…  

Jalar bolsas; era otra actividad para generar ingresos, las señoras venían a pie al mercado y, al iniciar las compras, buscaban quién les ayudara con la o las bolsas y, al terminar, llevárselas hasta la casa, dependiendo del peso y la distancia, le gratificaban con ₡0.10 ó ₡0.15 ó ₡0,25 (una peseta)… referente a la generosidad para pagar, se catalogaban como: muy buenas, buenas y otras. Desde luego, como ya las  conocíamos, uno buscaba servirle a las muy buenas, aceptaba las buenas cuando lo llamaban y le huía a las otras; sólo en los días muy malos, a más no haber, les brindaba servicio y no era por excluirlas sino por protegerse, porque, como era una retribución voluntaria, algunas se aprovechaban (dos o tres bolsas y más de 1 km por ₡0.15, imagínese, no era equitativo).

Manolo y yo, cuando nos correspondía ir a la escuela por la tarde y, por alguna razón, no podíamos ir a ayudarle a papá ni había otro forma de aprovechar la mañana, al terminar la distribución del periódico, íbamos a casa desayunábamos y luego al mercado a probar suerte…

En los días de ir a la escuela por la mañana, el tiempo para aprovechar era la tarde, por eso, al terminar las lecciones, llegábamos a casa almorzábamos y nos íbamos a dejarle almuerzo a papá, si él nos ocupaba, nos quedábamos ayudándole y si no, nos regresábamos para ayudarle a mamá con sus ventas de pan u otras… (Ejemplo: Cuando había una construcción cerca u otra actividad con posibilidad de vender café con pan, tortas, tamales,... Íbamos, se ofrecía el servicio y se enlistaban los interesados, después, día a día, llegábamos  con una cafetera, una bandeja con panes u otros bocadillos y otra con tasas, azúcar, cucharitas,… Ah y lo más importante, como era de pago semanal, una libreta para apuntar lo consumido por cada uno… Los sábados todos pagaban y, cuando alguno era trasladado o liquidado antes del fin de semana, nos buscaba para pagar, ah tiempos…) 

Fin de la guerra; fue dándose paulatinamente y el 2 de setiembre de 1945 fue la conclusión, la noticia causó alegría y no es para menos, el acabamiento de una guerra y más con la magnitud de esa, llena de gozo a todos. Sin embargo, recuperarse de los efectos, no es nada fácil y dura su tiempo, especialmente cuando, aunado a esas consecuencias, hay otros factores internos empeorando la situación. Ese fue el caso nuestro, mientras todos los países del mundo comenzaban a recuperarse, Costa Rica, por sus conflictos Económico-político-sociales, se mantenía sumido en crisis y sin visos de salir (Desempleo, salarios bajos, falta de vivienda,... Partidos políticos tradicionales, personalistas y, fuera del comunista, sin practicar ideología,…, una pequeña burguesía en busca de poder,…, Sindicatos, algunos comunistas,… Y mucho más.). Realmente la situación era grave y, además de los conflictos mencionados, no teníamos energía eléctrica para crear condiciones de bienestar y de producción y el deficiente sistema telefónico tampoco servía para desarrollar las actividades de intercambio requeridas o sea, no teníamos infraestructura para permitir el desarrollo…

En resumen, con el final de la guerra nos alegramos y posiblemente nos liberamos de algunas tenciones, pero, por lo vivido, la situación en vez de mejorar empeoró, seguro por los efectos de la crisis, algunos servicios públicos se habían deteriorado y comenzamos a sentir los efectos (Enfermedades, mayor desempleo, escases de vivienda y otros,…).

El deterioro sanitario; generado por la crisis, se hizo presente con el brote de algunos insectos como pulgas, piojos, niguas, totolate,… y algunas enfermedades como, entre otras, la tos ferina, el catarro, las erupciones,… Uno procuraba no contagiarse, pero, ante tal brote, no se escapaba y menos si, por cuidar o no tener zapatos, andaba descalzo…

-La pulga; un insecto sin alas, como de dos milímetros, color negro rojizo, cabeza pequeña y patas fuertes y largas para dar grandes saltos. Se anidaban debajo de los pisos de madera y después llegaban a los colchones o esteras y por la noche se daban gusto picando…. Los perros son especiales para acarrearlas. Usaban ramas de apasote debajo del colchón para ahuyentarlas.

-Piojos; insecto sin alas, de dos a tres milímetros, color pardo amarillento, cuerpo ovalado y chato, con patas terminadas en uñas y por ser un parásito…, con trompa para, anidado en el cuero cabelludo, chupar la sangre. La escuela era un lugar de contagio, cuando llegaba alguno con piojos, con seguridad nos los pegaba. En la casa, mamá siempre andaba atenta y apenas tenía tiempo o veía a alguno rascándose la cabeza, venga para revisarlo, porque, decía, ‘Es mejor prevenir que lamentar’ y tenía razón, cualquier descuido se le cundía la cabeza y, a veces, el único remedio era rapar al paciente.

-Las niguas; insecto parecido a la pulga, pero mucho más pequeño y de trompa más larga. Las hembras fecundadas penetran bajo la piel, principalmente en los pies, y allí depositan la cría, ocasionando mucha picazón y, descuidas, úlceras graves. Utilizaban una aguja para extraerlas. 
-El totolate; piojillo de las aves y especialmente de las gallinas. Como en casi todas las casas había gallinas (para poder comer huevo), era necesario higienizar los gallineros, acostumbraban regar cal en el área de las gallinas, como protección.

-La tos ferina; enfermedad infecciosa del árbol respiratorio, caracterizada por un estado catarral, con accesos de tos convulsiva muy intensos. A todos nos dio y con medicamentos caseros nos restablecieron. Para la tos usaban el ‘Jarabe de Rábano’ (casero), cogían rábanos de la huerta los  cortaban en tajadas y, bañándolos con azúcar, los ponían en el techo a serenar y el jugo meloso resultante, era buenísimo para la tos (actualmente venden el Jarabe de Rábano, pero, por ser patentado, resulta más caro).

-El catarro; Inflamación aguda o crónica de las membranas nasales, con aumento de la secreción normal. Frecuentemente andábamos catarrosos (el clima, la lluvia,…,  nos afectaba y listos…). La receta era, una buena friccionada y una limonada bien caliente (aguadulce cargado de limón).

-Las erupciones; aparición y desarrollo de granos en la piel, era incomodo y de mal aspecto, aparecían en las brazos y las piernas. Lo trataban con crémor, un polvito amarillo de uso externo (tartrato ácido de potasa). 

Con estos ejemplos, entre otros, les dejo una idea de la decadencia sanitaria de la época (cuando la crisis afectó los servicios públicos) y, como también golpeó a la población, había mucha gente descalza (nosotros teníamos zapatos para el uniforme escolar, pero, para hacerlos durar, apenas llegábamos de la escuela los guardábamos y  a andar descalzos), y, si los zapatos son protección, el no uso de ellos facilitaba los contagios (doble influencia de la crisis).


Continuará

miércoles, 16 de mayo de 2012

Beto continuación ...


REINICIAR

La llegada a Alajuela fue lo peor, no teníamos casa, ni muebles, ni nada y posiblemente ni plata, porque, la estadía en el puerto fue larga y sin ganar nada, seguro, la plata recaudada con la venta de los muebles y otros, se fue en gastos de alimentación, medicinas y muchas cosas más. Gran problema para mis padres, seguro, durante todo el viaje, venían manejando posibilidades y, al llegar a la Estación del Ferrocarril Eléctrico al Pacífico en Alajuela, nos bajamos y, sin transmitirnos preocupación alguna, nos enrumbamos hacia el parque, al llegar a éste, buscaron un poyo bajo la sombra de los árboles de mango, papá acomodó las maletas y le dijo a mamá, quédese aquí con los güilas, ya regreso nos dijo y se fue rápido. Le preguntamos a mamá ¿a dónde va? Y nos respondió; ‘a buscar a los hermanos ya regresa’.

“La familia de papá toda vivía en Alajuela, a los abuelos, por parte de él, no los conocí, cuando nací ya habían muerto, se llamaban Joan y Centa, él era músico y ella ama de casa, procrearon ocho hijos, cinco varones y tres mujeres. Los varones eran: Manolo, Administraba el Correo y, para obtener un ingreso extra, tenía un taller de reparación de imágenes, muñecos,…, y pintaba retratos y cuadros, Lindor, trabajaba como Operario en la construcción de escuelas, Ministerio de Fomento (hoy, MOPT), Moncho, Trabajaba en la bananera, papá (ya descrito) y Bienve, era educador, por lo general trabajaba en escuelas rurales y las mujeres Juanita, era enfermera, trabajaba en el Hospital de Alajuela, Rosita y Ninfa, oficios domésticos.

Bienve y las tres hermanas eran solteros y se mantenían como el grupo familiar original, Bienve y Juanita, por tener ingresos fijos, financiaban los gastos; Rosita y Ninfa realizaban los oficios de la casa o sea, como grupo familiar se complementaban. Manolo y Lindor eran casados y tenía ingreso fijo, por eso, a pesar de la crisis, se encontraban relativamente bien. Moncho no tenia puesto fijo, pero, como era soltero, se iba a trabajar a las fincas bananeras y, cuando venía a visitarnos, aparentaba estar muy bien, no tenía ningún problema. Papá, por lo ya comentado, era el más afectado con la situación económica entonces imperante”.

“Acomodo temporal; era lo buscado por mis padres en ese momento y, con ayuda divina, lo consiguieron. A penas comenzando a corretear por las calles internas del parque y con ello, recordar los paseos dominicales, cuando nos llamaron y nos dijeron: ‘Vámonos para la casa de Tío Manolo’ y recogiendo las maletas nos fuimos.

Mi Tío vivía de los lavanderos públicos, conocidos como ‘El Arroyo’, 150 m. al Este, casa de bahareque a mano izquierda o sea, nosotros, de la esquina noroeste del parque donde estábamos, para llegar a ‘El Arroyo’, teníamos que caminar 200m al Este y 400 m al Sur, luego los 150 m Este para llegar a la casa de mi tío. El terreno era vasto y la casa tenía un corredor espacioso en la parte posterior, al cual, por un pasillo lateral, se podía ingresar sin pasar por la casa. Papá, seguro por ser una de sus alternativas, lo pidió prestado por mientras resolvía su grave problema (conseguir casa). Aceptada la petición, gracias a la bondad de Tío Manolo, ahí nos refugiamos y después de unos días, incómodos e incomodando, por fin, pudo conseguir una casa, no ideal, pero, ante la emergencia, aceptable”.

“En esa casa (ubicada 120 m Sur de la Iglesia de la Agonía sobre la calle ancha, mano derecha, propiedad de doña Silvia,  construida de bahareque y madera); con algunos muebles hechos por papá, una mesa con seis bancos y unos camones (camas rústicas, construidas con  2 largueros unidos a 2 cruceros formando el marco donde van las tablas de soporte y 4 patas para levantarlo), cubiertos con esteras (formadas por varias pleitas de palma cocidas, utilizadas para dormir en el suelo), un anafre para cocinar con carbón (hornilla doble de barro) y un fogón en la cocina. 

Con la casa así amueblada y conscientes de no ser esa la solución definitiva, pero, por las circunstancias, de momento era lo mejor y ahí nos acomodamos para reiniciar. No fue mucha la permanencia, sin embargo, en ella,  nos llevamos un par de sustos. Primero, cuando casi se muere Manolo: En el transcurrir de un día normal, al final de la mañana, casi a la hora de almuerzo; estaba en el patio con Manolo cuando llegó Luisal (hijo de la propietaria de la casa y unos tres años mayor a Manolo), quién, entre otras, nos contó sobre un juego nuevo llamado ‘tieso’. Manolo, interesado en conocerlo, accedió a realizarlo, Luisal lo tomó de las manos y le dijo, manténgase lo más tieso que pueda y comenzó a girar, al momento Manolo agarrado de las manos de Luisal parecía  volar… Estaban en eso, cuando mamá nos llamo para almorzar, corrí a la casa… Luego, como Manolo no llegaba, mamá lo llamó de nuevo sin resultado alguno (ni contestó ni llegó), entonces, mamá  se asomó al patio para indagar lo sucedido, al verlo recostado a la pared del baño, se fue a traerlo y al intentar  tocarlo, se le vino encima, estaba totalmente rígido, ella gritó pidiendo auxilio, al oír el grito yo corrí y, al llegar, lo vi muerto, estaba pálido y tieso, la misma rigidez mostrada cuando volaba asido a las manos de Luisal. Al llamado de auxilio acudieron varias vecinas y entre todas, mamá y las vecinas, corriendo se llevaron a Manolo para el cuarto. En seguida, convirtieron el cuarto en lugar de imploración, sólo se oían suplicas, oraciones, promesas,… Salían hacían menjunjes, los calentaban y corrían de nuevo al cuarto,…, era un caos. De pronto salió mamá y me dijo: Beto, necesitamos al Dr. Villalobos, búsquelo en el consultorio. Por lo visto, lo oído,…, sentí la urgencia y corrí.  Él tenía el despacho al costado Norte de la iglesia La Agonía, llegué y no estaba, empero, como éramos conocidos, le dejé el recado y regrese. Al llegar, apenas pude darle razón  y, dándome tres posibles direcciones, mamá me mandó a buscar a papá… Cuando papá y yo llegamos, ya estaba en paz la casa, mamá le contó a papá lo sucedido, incluyendo la visita del Doctor, quién, después de examinarlo, le diagnosticó tétano, lo inyectó de inmediato y para el tratamiento, dejó medicamentos e instrucciones y cuando le dijo ‘El Doctor pidió dejarlo tranquilo, ‘en mis adentros pensé, por dicha, porque, con ese rudo tratamiento inicial, no hubiera aguantado… Efectivamente, al día siguiente, apenas despertó, señalando la nuca, dijo: ‘Mamá, me duele mucho aquí’ y al  revisarlo, pobre…, la tenía en carne viva, los menjunjes calientes y las fricciones con la cobija, lo pelaron. Bueno, por su benévolo gesto, debo darles el merecido mérito diciendo: ‘Pero, gracias a ello, con vida’. Segundo, a inicios de octubre, ese mismo año, un fuerte temblor botó la fachada (una pared vieja de bahareque) y, literalmente, Manolo y yo quedamos entre los escombros, pero, de milagro, sólo nos cayeron los terrones, el esqueleto de la pared se sostuvo con un ropero y nos salvamos. Sólo fue un susto....”

“Papá, como esa casa no cumplía las expectativas, estaba buscando una acorde a nuestras necesidades y posibilidades. Pero, ante lo ocurrido (quedamos sin fachada, es decir, en la calle), debió decidirse rápido y así fue, nos trasladamos a otra casa (ubicada 20 m. al Norte y 250 m al Oeste de donde estábamos), más cómoda y con campo para la huerta, la chayotera, las gallinas,…”

“La nueva casa; realmente si nos gustó, era metida y en alto (de la acera a la casa había: 10 m en lo horizontal y 1,50 m en lo vertical). Esta área es para el jardín, dijo mamá al llegar y así se hizo. La casa estaba cómoda, llenaba las necesidades y el patio bastante grande, con árboles de aguacate, mango, naranja, chicasquil, la cerca tenía itabos a lo largo, con una palmera de pejibaye al fondo y al final, lo atravesaba la acequia. También había chayotera, sólo faltaba la huerta y de inmediato, manolo y yo, la sembramos. Poco a poco se fue poblando el patio con gallinas, patos, chompipe,…, desde luego, sin faltar el perro, ‘Pachuco’, muy buen cuidador y la lora,  ‘Lorenza’, muy divertida y con sus cantos y cuentos animaba el ambiente, pero, por otro lado, se entretenía haciendo travesuras, como quitarle los botones a las camisas (sin dañar la tela), imagínese…, cuando uno llegaba a ponerse la camisa y no tenía ni un botón…, o, carboneando a mamá cuando nos pegaba, desde donde estuviera gritaba fuerte e insistentemente; ‘dele duro Mina, dele duro…’ o ‘péguele más Mina, péguele más…’ y, lo peor, mamá le hacía caso… Sin embargo, a pesar de todo, la queríamos, era parte de la familia.

Mamá, pensando en seguir buscando el cinco, pidió le hicieran el horno para continuar con su actividad, la venta de pan D’ MINA  y se le hizo.  Así, contando de nuevo con lo perdido cuando nos fuimos para el puerto, nos sentimos recuperados y dispuestos a seguir la lucha.”

“Volver a la superficie; después de casi un año de andar en lo profundo, fue el gran logro, el final de una dura aventura… A inicios del año 1942, cuando, procurando mejorar, mis padres decidieron zarpar hacia donde creían les calentaría más el sol y, aunque el puerto es más caliente, para sus objetivos estaba congelado, no les brindó el calor por ellos requerido. El resultado fue inverso, con ese fallido intento, caímos en lo profundo de la crisis, se nos agravó la situación. Por suerte no se arrugaron, ellos siempre decían: ‘Al mal tiempo, buena cara’ y con eso, a su manera, nos inculcaban no desmayar nunca, para avanzar deben hacerle frente a todo y en este caso, aunque muy duro, lo lograron, antes de finalizar el año, nos sacaron a la superficie y, acorde a sus posibilidades, nuevamente nos brindaron el ambiente acostumbrado… Enmendaron el error a puro esfuerzo y sacrificio o sea, ejemplarmente.”

“Actividades en grupo; seguro por estar ya un poco grandes (Manolo ya casi tenía los siete años, el 14 de diciembre los cumplía, y yo tenía cinco y medio), nos incluían en ciertas actividades para generar ingresos, divertirse o celebrar alguna fiesta religiosa. Las cuales, por su doble objetivo, hacer y disfrutar, se realizaban en grupo (familiar y/o de vecinos). Esta buena costumbre se mantuvo mucho tiempo y, el grupo familiar crecía en concordancia con el crecimiento de la prole, cada güila, entre cinco y seis años, podía incorporarse al grupo. De ellas Recuerdo…”

“-Las cogidas de café; mamá, para poder ir al cafetal, se levantaba muy temprano y, además de los quehaceres de la casa, hacia comida para dejar y para llevar, a las seis de la mañana, cuando llegaba una vecina a quedarse con los güilas, nos íbamos, mamá-Manolo y yo, rumbo al cafetal, estos estaban cerca, en el perímetro de la ciudad, recuerden, uno de los atractivos del paseo dominical por la Calle Ancha, eran los cafetales con sus hermosos árboles…, y eran varios: el de Los Meza, Luis Montenegro, Toño García…  Al llegar, el mandador de la finca le asignaba una fila a cada cogedor y todos a trabajar; cada uno, con el canasto fijo a la cintura, cuidadosamente (si aparecían daños en su fila, fuera, no le asignaban más), jalaba una rama cargada de rojos granos de café y comenzaba a despegarlos hasta llenar su canasto y, sin dilación, el café se depositaba en un saco e inmediatamente de nuevo a llenarlo. Esa labor se repite  durante el día y entre mayor destreza en su ejecución, mejor, porque, a más recolección, mayor retribución. Por eso, además de su rapidez, mamá nos llevaba como ayudantes y así, entre los tres, llenábamos muchos canastos durante el día. Era una actividad muy bonita, a mí me gustaba mucho, pues pasaba el día en ambiente totalmente natural, jugando de quitarle a la mata el maduro fruto y dejarlo caer al canasto… algo aportaba y al finalizar la jornada, cuando ella entregaba los sacos al grupo de medición e iniciaban el conteo (con su tradicional medida cúbica equivalente a una cajuela), iban pasando el café de cada saco a su carro o carreta y mamá, concentrada en la operación, conforme iba creciendo el número de medidas, su expresión facial irradiaba mayor felicidad, seguro, mentalmente, iba dando solución a algunas carencias familiares. Para mí, como niño, la medición no significaba nada, pero, su expresión, si me comunicaba algo bueno y eso me impulsaba a seguir ayudando, a seguir aportando a ese afable resultado. Por Cada cajuela recibida, le entregaban un boleto previamente valorado y, ese mismo día o al finalizar la semana, en la Oficina de la Finca le convierten los boletos en dinero. Claro, ahora me doy cuenta, como ella siempre andaba buscando el cinco para ayudar a aumentar el deficitario ingreso familiar, el conteo la ilusionaba porque, como habíamos dicho, ‘más boletos = más dinero’ y para ella, sin duda, eso significaba, ‘más ingreso = menos problemas.‘  Y tenía razón, en esos tiempos de crisis, cuando no se conocía el aguinaldo, no había horas extras…, el ingreso extra generado por  esta actividad era la salvación de muchas familias, servía para cubrir gastos de diciembre, de reposición de ropa para el año siguiente, de uniformes y útiles escolares,… Era la salvación de muchos… Nosotros, por verlo como un medio de financiamiento familiar, año a año íbamos y con el tiempo, Manolo y yo, nos convertimos en cogedores y los chiquillos más crecidos, venían como ayudantes… Toda una empresa familiar, bajo el lema: ‘Entre más vamos, más ganamos’.  Después, para cuidar los sacos y tener entretenimiento, hasta el perro y la lora llevábamos… 


Un detalle interesante a recordar, cuando ingresamos a la Escuela, no tuvimos problema para participar en las cogidas, porque, el Ministerio de Educación, al montar los cursos lectivos para las zonas cafetaleras, consideraba el periodo de la cosecha y así, hacían coincidir la finalización del curso con el inicio de la cosecha”. 


Las serenatas, en casos formales se contrataba uno de los buenos ‘Tríos’ de la época y, sin duda, se aseguraba el éxito. Sin embargo, para pasar el rato y compartir con vecinos o amigos, existía una bonita costumbre, hacer un grupo e ir a cantar frente a la o las casas de familiares o amigos, eso se hacía en las noches de verano y con la claridad del plenilunio, porque, aunque el ambiente era seguro, la oscuridad reinante por la crisis eléctrica, salvo una emergencia, no daban ganas de salir por la noche. 

En el vecindario nuestro, cuantas veces se podía, se organizaba el grupo para dar serenatas y, como mamá era la cantante, siempre la invitaban y nosotros íbamos de cola. Era una actividad muy agradable, la disfrutábamos mucho. Al regreso de la o las serenatas, venia el grupo dando bromas a los vecinos, como las casas eran abiertas (algunas  con una media cerca para evitar el ingreso del ganado a dañar sus siembras, pero de fácil acceso), intercambiaban muebles y matas de una casa a otra, simplemente por molestar, la gente ya sabía y cuando daban serenata, si había intercambio, simplemente lo aceptaban como una broma y reacomodaban las cosas.

-Para Navidad; época de compartir, se dan dos actividades bonitas para trabajar en grupo:

a) Hacer el portal; para ello, además del Pasito - los Ángeles y la estrella, era necesario buscar lana, papel para los encerados, ocres de colores, goma (Hecha en casa y en cantidad suficiente para engomar todo el papel para los encerados), figuras para adornarlo,…, y, sobre todo, hacerlo con gusto e inspiración, como si fuera una obra de arte…, y el creativo, como conocedor de la idea, dirigía la obra y los demás le ayudaban.

b) Hacer los tamales; otra actividad familiar muy bonita y, en ella, todos participábamos. Unos cortando y preparando las hojas, otros yendo a moler el maíz (lo mandaban con asiento de chicharrón, así la masa venía aliñada), preparando la leña y el fogón para cocinarlo (en lugar seguro, se colocaban tres piedras grandes de altura similar y, por los tres espacios libres resultantes, se acomoda la leña para lograr una buena combustión, luego, haciendo ajustes para lograr su estabilidad, se colocaba el recipiente para cocinar los tamales, en  casa utilizaban una lata (embase para comercializar la manteca y con dimensiones ideales para ese fin). Por último, para confeccionar los tamales…, en una mesa grande se ponían las hojas, las amarras, la masa, la carne, los chiles y demás ingredientes del tamal. Con todo listo y nosotros distribuidos a lo largo de la mesa según la labor a realizar en el proceso; mamá iniciaba poniendo la masa requerida en la hoja y la pasaba, el siguiente le ponía la carne, el otro el huevo duro,… y, para completar el proceso, al final estaban los responsables de envolver, amarrar y depositar en la lata preparada para cocinarlos. Llena la lata y con el agua requerida, se ponían a cocinar,…, y después a disfrutar.

-Para semana Santa; siendo el “Jueves y Viernes Santo”, además de días de ayuno, feriados muy respetados, en ese tiempo se consideraban Días Santos y por reverencia nadie trabajaba, ni siquiera en los oficios caseros (menos dar tundas, a quién hacia algo fuera de la regla, lo llamaban judío y lo arrodillaban en una esquina de la casa sobre granos de maíz). Por eso, con anterioridad, se preparaban los alimentos para el sustentamiento de esos días. Eso originaba una actividad previa con la participación de todos: a) Preparar la tradicional miel de chiverre, ello incluía; comprar el chiverre, sancocharlo, majar la pulpa sancochada, colgarla en una manta  para que se escurriera, cocinarla con dulce hasta darle el punto de la miel. b) Preparar las comidas ligueras; pan casero, biscocho, empanadas de chiverre, tamal mudo,… y, para completar, comprar sardinas, atunes,…, y el bacalao para dejar preparada la súper-sopa. Así, con una buena trabajada en grupo, todo quedaba listo para, sin necesidad de cocinar en esos días, pasarla de lo más bien y con tiempo para ir a las procesiones.

Los efectos de las políticas tomadas; incomodidades y dificultades, afectaron tanto a nivel familiar como empresarial, por eso, para completar las narraciones de lo vivido en esa parte dura de la infancia y antes de iniciarme en la escuela, les contaré un par de memorias al respecto. Recordemos, dentro de las políticas tomadas por consecuencia de la guerra, estaba ‘Reservar existencias nacionales de víveres y artículos básicos,…’. En acatamiento a ella, algunos artículos eran de compra restringida, por lo cual, para adquirir lo autorizado, se requería paciencia y tiempo para hacer fila. Empero, tratándose de una mini empresa, con requerimiento mayor al permitido, debía ingeniarse el  modo para adquirirlo.

-En lo familiar, había muchos productos con restricción de compra, pero, seguro por la edad, sólo participaba en la adquisición de una caja con galletas muy parecidas a las sodas actuales, de venta ocasional y ambulante, las traían en un camión cerrado y con una puerta trasera, se estacionaba en el costado Este del Mercado, en Alajuela, y, al abrir la puerta para iniciar la venta, se veía totalmente lleno de cajitas de galletas. La fila de compra era larguísima, porque, como lo autorizado era unicamente una caja por persona (incluyendo a los niños, por eso nos llevaban), de cada familia, nosotros incluidos,   iban todos los miembros posibles, física y financieramente, así nos surtíamos para varios días.

-En la mini empresa; por la misma restricción, utilizaban el ingenio para resolver las dificultades de adquisición, también por la edad, sólo viví un caso de los muchos…, y, para dejar testimonio, lo voy a narrar.

-Mis padrinos, Felo (trompetista en la Banda) y su hermana Mira (maestra) vivían de la esquina de la cárcel (hoy Museo Juan Santamaría), 100 m. Norte y 50 m. Este (casa de bahareque a M.I) y el esposo de mi madrina, Memo, tenía una ‘fábrica de jalea’ en el fondo del patio. El dulce requerido para la elaboración se lo entregaban directamente en la fábrica, pero, cuando entró la restricción, el proveedor no podía continuarle el servicio, debía entregar el producto según lo dispuesto por decreto. Sin embargo, considerándolo buen cliente, decidió jugarse el riesgo y continuar surtiéndole el dulce directamente en el trapiche, nada más o sea, la responsabilidad del transporte era de Memo.

Aceptado el negocio, Memo se ingenió un plan medio macabro, compró un cajón con forma de ataúd, con dimensiones ajustadas a su camioneta de trabajo y una corona de flores plásticas, con esos preparativos y la complicidad de mis padres, cuando se requería traer el dulce, íbamos muy temprano al trapiche (muy cerca de Alajuela), llenaban el ataúd de dulce y regresábamos. Luego, en un lugar cercano a casa y totalmente solitario, estacionaba la camioneta y en segundos, todos abajo, Memo, con los trabajadores de la fábrica, alzaban el ataúd, bien pesado por cierto, y Manolo y yo llevábamos la corona, así, simulando un entierro, caminábamos rumbo a un lote vacio y medio encharralado, del cual, su fondo, colindaba con el patio de casa (a diario lo usábamos para acortar distancia), y por ahí ingresábamos. En el corredor trasero de la casa, Memo tenía unos ‘estañones’, con tapa de cierre hermético y en ellos guardaba el dulce para, según necesidades, ir llevando a la fabrica lo del gasto inmediato, en seguida, soltando unos pines,  convertían el ataúd en piezas de fácil manejo y diferente apariencia, así, memo y sus trabajadores, cargando las piezas se iban y hasta la próxima… 




Continuará…

jueves, 3 de mayo de 2012

Cambio de costumbres


“Acostumbrado ya a lo bueno de esos primeros años de mi infancia y faltándome aún casi la mitad de esa etapa por recorre, de pronto y sin razón aparente, mis hermanos y yo sentimos un cambio en las costumbres familiares,  los paseos dominicales se suspendieron porque papá tenía que trabajar…,  las ocasiones de juego eran escasas porque nos asignaron actividades caseras…,  la variedad de alimentos disminuida porque sólo eso había,…,… En fin, para nosotros, lo anterior era mejor, pero, sin otra alternativa, debíamos acostumbrarnos a la nueva rutina”. 

COMENTARIO: “Realmente en aquel entonces no sabíamos por qué y aunque nos lo explicaran no lo entendíamos, era algo incomprensible para nosotros. Sin embargo, observando lo ocurrido Vs lo vivido, en esa época se debe resaltar la proeza de aquellos padres que, como  responsables de una familia numerosa y sin un ingreso fijo, debieron afrontar el desmejoramiento de la ya precaria economía nacional para, con esfuerzo y sacrificio, mantener a flote a su prole.

-Lo ocurrido: A nivel general: La Segunda Guerra Mundial (1939-1945), aunque su desarrollo fue  lejos (Europa, Asia,…) y los efectos directos relativamente pocos (entre otros, podríamos mencionar: El hundimiento del buque mercante San Pablo de EE UU – Limón, julio’42-, tras el ataque de un submarino Alemán. Y la disminución de exportaciones por transferencias a la guerra…); las consecuencias indirectas si nos maltrataron. Y, a nivel local, algunas políticas tomadas por el gobierno de entonces, presidido por el Dr. R. Calderón G. (entre otras podemos mencionar: confiscación de capitales - declaratoria de guerra – medidas para reservar existencias nacionales de víveres y artículos básicos,…). Las consecuencias indirectas de la guerra y las directas de las políticas tomadas, fueron las causantes del desmejoramiento mencionado. 

-Lo vivido: Lo ocurrido afectó a toda la población, el cambio de costumbres fue general, pero, acorde a ingresos, de variable impacto o sea, el mayor golpe fue para las familias sin ingresos fijos y, entre ellas, a mayor prole–mayor impacto. Es algo natural, un bajonazo en la economía, obliga a todos a ajustar sus gastos y esos ajustes conllevan a suspender lo no prioritario. Por eso, las familias de ingresos fijos, para hacerle frente a la crisis suspende la compra de servicios (albañilería, carpintería,  pintura, otros,…) y, quienes vivían de la venta de esos servicios, las familias sin ingresos fijos, eran las afectadas directas, los responsables de ellas tenían que agenciárselas ‘para cumplir’ y, entre más prole, mayor problema.

En concordancia con lo anterior, para mostrar las angustias de las muchas familias directamente afectadas por esa causa, basta con referirse a una de ellas. Por eso, antes de narrar las vivencias post-desmejoramiento…,  contaré lo sentido y lo actuado en mi familia, resumido en, la razón de lo ‘incomprensible para nosotros’ (sentir infantil) y las congojas de mis padres para, después de semejante golpe, lograr ganarse el sustento familiar. 

- Los paseos dominicales se suspendieron porque papá tenía que trabajar, ahora comprendo, no tengo duda, trabajaba hasta los domingos para poder cumplir. No sé como hacía, se dedicaba a prestar un servicio que, en tiempos de crisis, lo calificaban de no prioritario y listo, lo dejaban esperando mejores tiempos. Sin embargo, me acuerdo, él siempre salía y a veces muy temprano, seguro a trabajar en su ocupación habitual o en lo que fuera, cuando salía muy temprano, posiblemente había conseguido algún contrato fuera de la ciudad (Santiago, San Josecito, San Antonio,…), y, como el servicio colectivo era escaso e inoportuno, tenía que ir a pie. Y, no siendo suficiente el ingreso así recaudado, trató de aumentarlo con su segunda posibilidad ‘las marionetas’. Para ello, por contratación previa o a jugarse la suerte en algún turno u otra actividad comunal, los sábados y domingos viajaba a diferentes partes del país para realizar presentaciones…, y entre semana, cuando en alguna familia pudiente lo contrataban para una presentación en un cumple años u otra actividad familiar, se presentaba. 

Las ocasiones de juego eran escasas porque nos asignaron actividades caseras,  claro, por lo duro de la situación, mamá (quién siempre decía Debemos buscar el cinco donde esté… con eso nos  inculcaba: ‘No lo esperen…, busquen lo necesario donde esté’), también hizo un gran esfuerzo para aumentar los ingresos y, sin descuidar los quehaceres rutinarios, inició una nueva actividad, hacer tortillas y pan casero para vender. Aunque siendo este un trajín totalmente casero, requería su tiempo para atenderlo y, para darse oportunidad, nos asignó algunas rutinas del  hacer diario (cuidar los chiquillos, barrer,…, todas a nuestro alcance). Fue interesante porque, además de ayudar a la solución, aprendimos a realizar esas rutinas y, con el transcurrir de los años, nos han sido de utilidad.

Otra cualidad de ella, digna de recordar, era su habilidad para los masajes curativos, aunque era ocasional y sin cobrar, siempre recibía algo para aumentar sus ingresos. 

-La variedad de alimentos disminuida porque sólo eso había, definitivamente sí, eso fue una realidad y como niños la sentimos. Sin embargo, ante la estrecha realidad, ellos trataron de proveernos los nutrientes necesarios para un crecimiento saludable, eso sí, con una dieta balanceada e integrada por alimentos básicos tradicionales y de bajo costo”. 

“Creo que con estas incomprensibilidades infantiles y la proeza realizada por los padres para salvar a su prole, se pueden formar idea de lo sucedido y luego, al contarles las vivencias post-desmejoramiento, con detalles y decisiones fuertes por ellos tomadas, podrán ampliarla”.

“-Por justicia, antes de seguir, hago un reconocimiento póstumo a todos los padres afectados por esa difícil época y en especial a los  míos. Ellos, con su valentía, esfuerzo y sacrificio lograron la proeza, sacarnos a flote.  Su estadía en la tierra fue dura. ‘Que descansen en paz. Amén’…”

ESOS TIEMPOS CRÍTICOS

“Los cambios sentidos por nosotros (Manolo y yo, los chiquillos no…), seguro indirectamente externamos nuestro sentir; porque, mis papás, en una para nosotros parla (por la edad me quedó poco), pero, por el énfasis de ellos en ciertos puntos, sí entendí de prepararnos para el cambio, porque había un problema con la plata y sólo con el tiempo se arreglaba. Por eso, nos dijeron, mientras el tiempo hace lo suyo necesitamos trabajar más y gastar menos o sea, vamos a variar algunas costumbres (de inmediato pensé: paseos, juegos y comidas), y, así fue, suspendieron los paseos, nos asignaron rutinas y anunciaron variantes alimentarias.

Bueno, lo transmitido fue suficiente para entender la realidad, debemos aceptar lo sentido o sea, dándole tiempo al tiempo, nos fuimos acostumbrarnos al cambio”.

-Rutinas asignadas: “A Manolo, por ser el mayor (poco menos de 6 años), le asignaron las tareas y a mí me correspondió, además de  ayudarle, entretener a los chiquillos (Virgi y Chus). Manolo, para darle oportunidad a mamá de atender su nueva actividad, le correspondía mantener limpia la casa (era con piso lujado, fácil de limpiar), darle mantenimiento a la huerta y al jardín (en eso nos entreteníamos mucho, era como jugar con tierra) y los mandados cercanos”.

“-Los alimentos, para cumplir con los tiempos diarios, los distribuyeron así: Desayuno; iniciando la mañana, aguadulce con pan casero D’-Mina (recortes y piezas no presentables para la venta…) y, cuando era posible, le agregaba algo más. Refrigerio; a media mañana, por lo general, nos daban una fruta (la de temporada, por barata) o un vaso de fresco. Almuerzo; al medio día, lo típico de la época, arroz y frijoles como base alimentaria, ensalada (utilizando la huerta), huevo casero, (siempre habían gallinas) o carne, plátano maduro, tortilla y leche o fresco (más/menos un casado actual). Mamá, siempre trataba de hacer alguna variante, especialmente con el huevo (por producirse en casa, se usaba casi a diario), lo mezclaba con la flor o el fruto de las plantes del patio, itabo, chicasquil, tomate, raíz de chayote, piñuela, chile dulce…, con eso, además de variar el plato, le resultaba nutritivo y de menor costo. La carne era menos frecuente (a veces compraban o mataban alguna gallina y hacían un plato especial…). Siempre, al repartir la comida nos advertía, ‘botar comida es pecado, muchos la necesitan’. Así nos enseño a no abusar, llevar lo justo o menos y si es del caso pedir más, pero nunca botar. Aún ahora, a mis 75 años, al servirme o pedir un plato, me acuerdo de su frase ‘botar comida…’ y me sirvo poco o lo pido pequeño para cumplir… Refrigerio; a media tarde, hacia café o fresco con pan casero D’-Mina (recortes y…).  Cena; al final de la tarde, se acostumbraba la sopa (verduras o quelites o…) o, en vez de sopa, picadillo (chayote o papa o…), en ambos casos se acompañaba con arroz y un jarro de aguadulce y, hasta mañana, nos mandaban a dormir. Algunas veces, cuando papá tenía que salir a realizar alguna diligencia, Manolo y yo lo acompañábamos, pero, regresando no más, a la cama”.

“-Comentario: Con el pasar de los días y la aplicación de las nuevas rutinas, nos acostumbramos, nos familiarizamos con las nuevas reglas y, como niños, las disfrutábamos y nos sentíamos bien, ya no añorábamos nada. Sin embargo, pensando ahora en lo ocurrido, mis papás no habían podido acomodarse, pese a todos sus esfuerzos, algo no les funcionaba y, para poder seguir, necesitaban  un reacomodo y, dentro de su zozobra, posiblemente atendiendo algún consejo o recomendación, miraron un mejor panorama en Puntarenas y….”

 “-Nos fuimos para el puerto: En cierta ocasión, cuando tenía como cinco años, mis padres tomaron la decisión de irnos a vivir a Puntarenas; nosotros felices porque, recordando los paseos anuales, nos parecía una maravilla. Después de los preparativos respectivos (deshacerse de los animales, muebles,…, todo), alistaron maletas y partimos rumbo al puerto, disfrutando el viaje como siempre, llegamos muy contentos…

Al principio muy bonito, estábamos como de paseo, los tíos nos llevaban en bote a pescar y a visitar lugares,…. Sin embargo, con el transcurrir del tiempo, fue cambiando el panorama y ya no era tan bonito; a mí me dio sarampión y me tuvieron durante todo el mes de marzo en un cuarto totalmente cerrado, porque, según creencias, una venteadura podía ser fatal y, apenas  recuperándome, se contagió mi hermana Virgi y le aplicaron lo mismo a la pobre. 

Uno sentía que la cosa no andaba bien y se nos confirmo cuando, al recuperarse mi hermana, de inmediato nos regresamos para Alajuela”.

Comentario: “¿Por qué nos vinimos del puerto?  En ese momento no sabíamos, pero, para mí, después del encierro vivido por el sarampión necesitaba regresar y, por lo percibido, todos querían venirse, era lo mejor. Posteriormente, con el transcurrir del tiempo, cuando tías y tíos en sus visitas nos comentaban, fuimos conociendo la razón y era lógico, papá no pudo conseguir trabajo, todo era diferente, él no tenía clientela para su ocupación. Le consiguieron trabajo en el Muelle, pero, por falta de conocimientos y condición física, tampoco le resultó. No logró ambientarse y decidió regresar…”

Lo ocurrido en el Muelle: “Según nos contaban los tíos, le pasó por desconocimiento. Le consiguieron trabajo en la descarga de un barco cementero y, sin ninguna explicación, lo pusieron en la fila de descargadores y le dijeron siga la fila, mientras avanzaba observo la rutina y era muy fácil, pasar sacos de cemento del barco al carro del tren que estaban cargando y regresar a la fila. Pero, por pura suerte, cuando llegó al barco y cargó el saco le dijeron: ‘Éste está roto, llévelo al hospital’ y confundido preguntó ¿Al Hospital? y, bruscamente le dijeron, ‘SI‘ al hospital le respondieron. Por lo tanto, cumpliendo lo ordenado, se enrumbó hacia el Hospital San Rafael, ubicado frente al Muelle, no había caminado mucho cuando lo rodearon los guardas por intentar sacar el cemento… Al final se aclararon los nublados del día e indicándole el carro hospital a donde se llevaban los sacos rotos, se devolvió y lo entrego. Sin embargo, por la peligrosidad del sitio, no admitían gente sin experiencia en el trajín del Muelle y con lo anterior, hizo pública su inexperiencia. Por lo tanto, apenas llegando le hicieron la despedida “. 

“La llegada a Alajuela..., no teníamos casa, ni muebles, ni nada y….”
Continuará…

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