“Lo bueno de esa
etapa: Los primeros años de mi infancia fueron muy lindos, como fui el segundo
los viví en un grupo familiar pequeño, en donde, por la poca diferencia entre
edades, compartíamos como hermanos y, por la equilibrada relación gasto-ingreso
de mis padres, vivíamos con relativa tranquilidad y en un ambiente apropiado,
apto para un grato y saludable crecimiento. De ese corto pero agradable lapso,
recuerdo:”
“- La casa:
ubicada a 250 m. Sur del Cementerio sobre la Calle Ancha (lado derecho), llenaba las necesidades de espacio y
presentación; tenía un patio de regular tamaño, al fondo del cual, además de la
letrina, rosando el lindero Sur, pasaba una acequia que, entre otros fines,
recolectaba las aguas de escorrentía. Era propiedad de don Toño, un señor
dedicado al alquiler de casas con sello personal, todas, además de cuidadas,
estaban pintadas de plateado y azul”.
“- La presencia:
Era un factor relevante, mamá siempre se preocupo por andarnos bien
limpiecitos. A mí, por ser menor, me vestían con las ropas que dejaba de usar Manolo, lo cual, por la edad,
para uno era totalmente irrelevante, sólo me daba cuenta cuando, por ser su
prenda predilecta, Manolo llegaba a reclamarla y cuando eso ocurría, mamá, con la autoridad suprema, daba
las explicaciones del caso y asignada la prenda a mi favor, eso, ser dueño de
otra prenda, resultaba motivador. La ropa por mí dejada, con seguridad la
usaron los otros hermanos, pero, por seguirme una hermana, el lapso entre uso y
re-uso se duplicó y, olvidadas las preferencias, no había nada que reclamar.
“- El sustento:
Ellos, mamá y papá, dentro de sus posibilidades, siempre trataron de darnos lo
mejor (…, frutas, verduras, leche,…) y, durante ese lapso lo lograron, todos
crecimos gratamente saludables. (La
leche, por manipularse en forma no tan higiénica como ahora, se tenía que
hervir. El lechero, en uno o dos caballos, la traía en unos tarros grandes y,
anunciando su llegada con un fuerte y largo silbido, iba de casa en casa
entregándola y, usando una medida especial que andaba, pasaba la leche de los
tarros al recipiente casero…. Imagínense,…).”
Un refrán
alusivo al silbido mencionado: cuando una persona era muy alta o algún cuento
se alargaba mucho o…..., no faltaba quién dijera: ‘Huy, es más largo que un
silbido de lechero’.
“- Lo
recreativo: era un factor muy importante y se puede dividir en dos: 1) Los
juegos entre hermanos o en grupo con niños y niñas del vecindario, se aprendía
a compartir. Y 2) Los paseos en grupo familiar, fortalecedores de la convivencia.
“1) Los juegos: Por lo general eran en
grupo (niños y niñas del vecindario); recuerdo que eran muchos juegos, entre
ellos podría citar: Quedó, escondido, trencito, bola, tieso, casita,
pulpería,…, (imitar la actividad de la casa, pulpería y otras),… En su mayoría
eran juegos que, además de distracción servían para ejercitarse porque, en
algunos, pasaba uno todo el rato corriendo.
Los juguetes,
para entonces utilizados, eran muy artesanales y eso era lo que el niño nos
traía, el caballo (cabeza de cuero y cuerpo de palo), el carro de madera (a
veces confeccionado por el papá), la muñeca (celuloide o trapo), el juego de
casita (set de utensilios imitando los caseros…). Posiblemente
por no conocer otros, los disfrutábamos y, cada Navidad, esperábamos al niño
con alegría”.
“2) Los paseos:
Por lo general, los domingos salíamos todos a dar un paseo por la ciudad o algún lugar cercano y una vez
al año, a Puntarenas a visitar los familiares por parte de mamá”.
“2.1 -Unas veces
íbamos al Parque Central, rodeado de árboles de mango, con una fuente en el centro y, al lado Oeste, un
hermoso quiosco donde, los domingos por la mañana, la Banda Municipal tocaba el
‘Recreo’. Llegaba mucha gente y, en grupos de conocidos, la chiquillería,
incluyéndonos, se ponía a jugar en
las calles internas, era muy lindo”.
“2.2 -Otras
veces, para variar, dábamos la vuelta completa por la calle ancha, para
entonces el perímetro urbano, que lucía
muy diferente a la de hoy. Gran parte de ella estaba cubierta de zacate
y rodeada de cafetales con hermosos árboles, era un ambiente en donde se
respiraba tranquilidad. En el resto, donde ya la ciudad comenzaba a salirse de
su perímetro, se localizaban algunas construcciones importantes, la mayoría aún
en servicio y, en los alrededores
de ellas, se estaban formando pequeños barrios, por ejemplo: La Iglesia de la Agonía,
el Estadio, el Hospital San Rafael con el Parque Palmares al frente, la Escuela
República de Guatemala, el Cementerio General y el parque al frente, el Rastro
o Matadero Municipal (hoy la Comandancia), y en el Sur, por donde hoy sale la
Radial que conecta con el Aeropuerto y la Autopista, exactamente donde está la
Estación de Servicio Shell, estaba la casa de Don Gordiano Corrales y, al
frente de ella, había un enorme higuerón con todas sus ramas cubiertas de
guarias, en la época de floración era un espectáculo, ahí se entretenía la
gente admirando su belleza. Gracias al gran respeto a lo ajeno que existía, lo
disfrutamos por muchos años”.
“2.3 -También,
ocasionalmente el paseo era fuera de la ciudad, por ejemplo cuando íbamos a
visitar unos primos en la Guácima, para llegar había que caminar casi dos horas
y, como tenían una finca grande, con caballos, ganado,…, se pasaba un día de
campo muy bonito, luego por la tarde, caminar otra vez, casi dos horas, para
regresar a la casa. Así, de vez en cuando y por lo general a pie, hacíamos ese
tipo de paseo para visitar parientes o conocidos y nos gustaba mucho”.
“2,4 -El paseo
predilecto: La familia de mamá
vivía en Puntarenas y por lo menos una vez al año los visitábamos; íbamos en
tren y, aunque habían ventas de comida a lo largo del trayecto, posiblemente
por economizar, mamá preparaba comida para llevar (tortillas, frijoles molidos,
huevo duro o en torta, salchichón,…, y fresco), con eso, durante las casi tres
horas del viaje, la pasábamos muy bien, disfrutando el paisaje y comiendo… En
el puerto, la abuela, las tías y los tíos cuando estaban, nos chineaban y se
preocupaban por complacernos. Era muy agradable”.
“Comentario:
Puntarenas era una ciudad bonita y con una playa atractiva, relativamente
cercana a la meseta central y, sobre todo, con la comodidad del ferrocarril (se
podía ir y regresar el mismo día). Lo anterior Vs la escasa infraestructura
vial de la época para viajar por el país, la convirtió en la más visitada de la
época, los fines de semana se llenaba, en ese tiempo la llamaban ‘La playa de los ticos’…”.
“- Lo formativo;
también era de gran importancia para ellos y, por su poca preparación, nos
transmitían todos sus buenos hábitos que, por tradición oral, aprendieron y
practicaron. Aquí también debemos resaltar dos aspectos: 1) –La comunicación de
sus costumbres utilizando la tradición y el buen ejemplo. Y 2) –Los métodos
correctivos que, por tradición, utilizaban. ”
“1) – La
comunicación de sus costumbres; a su manera y sin desperdiciar oportunidad, por
el método de la inculcación, nos fueron induciendo hacia los buenos hábitos o
sea, sin mencionarlos, nos
enseñaron los ‘VALORES’. Con frases alusivas, tradición oral, repetidas cuantas
veces se diera la oportunidad, nos formaron y gracias a ello, logré ser lo que
soy.
En el transcurso
de las vivencias, cuando se presente la oportunidad, utilizaremos esas frases,
ahora, como ejemplo, les daré unas dos: ‘Cada uno es libre de hacer lo que
quiera, siempre y cuando no afecte a otros’, se las enseñaron y nos las
enseñaron para hacernos ver que, siempre, aunque sean nuestros derechos,
debemos respetar a los demás... La frase más parecida a ella, que he visto, es
la de Lacordaire: ‘La libertad es el derecho a hacer lo que no perjudique a los
demás’. Otra frase de ellos: ‘Tirar basura al suelo es ensuciar la ciudad’ y,
como para entonces, la ciudad se mantenía muy limpia, cualquier basura la cargaba
uno hasta encontrar un basurero, enseñanza que aún practico. La frase más
parecida que he oído, es un Proverbio ruso que reza ‘Si cada uno barriera
delante de su puerta, ¡que limpia estaría la ciudad!’.”
Comentario: “Lástima
que esos buenos hábitos, muchos los han olvidado o nunca los aprendieron…,
porque, sin respetar nada ni a nadie, han hecho lo que les da la gana y,
tirando sus desechos, a las ciudades-ríos y mares… en basureros los convirtieron. Que pena con nuestros
descendientes. ”
“2) –Los métodos
correctivos, por tradición utilizados, eran muy drásticos y, sin duda, la
mayoría dejaban secuelas. No debemos culpar a los padres, ellos lo hacían de
buena fe, pero sí a esas costumbres que los inducía a corregir ‘tundeando‘.
Cuando nos
reuníamos las niñas y niños del vecindario para hacer niñerías y sencilla e
inocentemente jugar imitando lo aprendido (casita, pulpería, doctor,…). Los
vigilantes padres, al observar con mente adulta, a veces mal interpretaban nuestras actuaciones y, sin razón
alguna, llegaban y nos tundeaban o sea, nos daban un mensaje confuso.
La actuación
inocente de un niño Vs la interpretación maliciosa de un adulto.
Era un método
tajante, faltaba comprensión y
diálogo. Sin duda, aconsejar es lo mejor.
Para ilustrar lo afirmado, dos casos de los muchos que, por no entender,
siempre recuerdo con recelo”.
“--Una vez,
Jugando de casita con el grupo, mi hermana era la chiquita y yo el doctor. En
el transcurso del juego, ella se enfermó y me correspondió atenderla, por
relacionar al doctor sólo con las inyecciones, llegué directo a inyectarla e imitando lo visto, le levanté
el vestido, le bajé un poquito el calzón y le puse la inyección en el glúteo.
No había terminado mi actuación, cuando llegó mamá con la faja y, sin saber
porque, recibimos una fuerte tunda, yo por hacerlo y ella por permitirlo. Mamá
como adulta vio algo que, como
niños, nosotros no vimos y, con su método correctivo, sólo generó confusión y una interrogante; ¿Será malo ser
Doctor?
“—En otra
ocasión, en uno de los juegos de correr, caí en la acequia que rosaba el lindero
sur del patio, para mí era profunda (me cubrió totalmente) y no podía salir, me
ayudó mi hermano Manolo jalándome del pelo y, apenas estuve a salvo, mamá me
tomó de la mano y a fajazos me llevó hasta la casa, mi tía Gela (hermana de
mamá), quien estaba de visita, salió en auxilio de su sobrino favorito y al
preguntarle, ¿por qué le pegas?, ella respondió, para que se caliente y no se
le hiele la sangre. Yo no entendí, pero, por la tunda recibida, ‘me traumé con el agua’. Medio aprendí a nadar para protegerme en una eventualidad, pero,
la natación, nunca ha estado en mis planes”.
“Comentario:
“Así fueron los primeros años de mi infancia, pero, acontecimientos mundiales,
nacionales y familiares, fueron
cambiando las condiciones y, para poder continuar, no quedo más remedio, fue
necesario realizar cambios y… ”
Continuará.
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