Vistas de página en total

domingo, 3 de julio de 2016

El diablo, la muerte y la calavera


.../ viene
En algunos centros de trabajo, para facilitar la comunicación del grupo, le ponen sobre-nombre a personas y cosas, esa jerga le sirve a ellos, pero confunde al extraño. Ejemplo:
“El jefe de proyecto, don Carlos, solía visitar las obras y, un día, llegando a Ventana B de P. H. Cachi vio a un trabajador sentado a la orilla del camino, se detuvo y, al preguntarle ¿a quién espera?, le respondió: “Estoy esperando que salga el diablo o que venga la muerte que anda hablando con la calavera.“
¡Cómo! y, al recibir la misma respuesta, muy preocupado recorrió con la vista el patio de la ventana y alcanzó a ver al jefe del grupo saliendo del túnel (Miguel Serrano, él venía de coordinar la limpieza del ducto), se fue hacia él y al llegar, luego de saludarlo, le dijo; Miguel póngale cuidado a ese señor que está al inicio de la tubería. ¿Por qué? don Carlos. Porque le pregunté ¿a quién espera? Y respondió estoy esperando que salga el diablo o que venga la muerte que anda hablando con la calavera.“
¡Nooo! Don Carlos, no se preocupe, ese señor está muy bien, exactamente eso lo dejé haciendo mientras iba a hablar con Violey. ¡Cómo!, ¿usted pidió eso? Sí, don Carlos; estamos limpiando la tubería [terminada la chorrea en el menor tiempo posible la tubería conductora de concreto debe quedar limpia (un grupo lanza el equipo y otro lo recibe al final)], y, al transcurrir el tiempo requerido sin recibir nada, ¡preocupado! le dije: “Voy a ver qué pasa, quédese aquí hasta que salga el equipo o regrese yo.“ Eso le dije y me fui, claro, al repetirlo con esos apodos, la transformó en dantesca y preocupante.
Don Carlos; para su tranquilidad, le voy a traducir los motes: diablo le dicen al equipo de limpieza (por su paso ruidoso y vibrante). La muerte soy yo (así le decían), y la calavera es el alias de Carlos Violey o sea, él quiso decirle: “estoy esperando que salga el limpiador o que venga Miguel que anda hablando con Violey.“
Totalmente diferente, así cualquiera entiende. Usemos el incidente para regular el uso de apodos al hablar con extraños al grupo.” 
La jerga nunca debe salir del grupo, pues, siendo un lenguaje especial usado entre ellos, por no conocerlo, le será confuso a toda persona ajena al grupo.
Beto, julio, 2016

Zacatera Si, José ¿quién es?


.../viene

Algunas personas logran popularizar su  apodo y con el tiempo, por dejar de escucharlo no responden a su nombre, sólo reaccionan al alias. Para ilustrarlo, contaré una vivencia al respecto:


Allá por 1970, entre el personal de topografía había un asistente llamado José Gerardo Morera y apodado zacatera. Un lunes temprano (ya listos para irse dé  gira), lo miré al frente mío y lo llamé; José Gerardo y nada, José Gerardo y tampoco, insistí con Morera y menos, entonces dije zacatera y al instante respondió. Sí señor ¿me llamó?, claro, lo llamé por nombre, por el apellido y nada, me obligó a decirle el apodo.

 Sí, respondió, ya me acostumbre al zacatera y no reacciono al nombre. Más bien, le cuento, ahora al realizar algún trámite saco la cédula, porque, hace unos días, me pidieron el nombre completo y dije: Zacatera Morera Madrigal.”

Cuidado: Su nombre vale, el apodo no. 

Realmente se sentía orgulloso con su apodo y hasta se presentaba cómo zacatera, nunca tuvo problema y, cómo la mayoría lo llama así, él lo disfruta.

Beto, julio, 2016

El gallo y San Juan: 2 en 1


viene.../
Veamos ahora el mismo caso (más de un apodo), con una persona diferente y, por ende, una reacción diferente (enfurecerse). Con una vivencia lo aclaro:

“Cuando participé en la presa  del P. H. Cachi (julio 64 / julio 65), en la cuadrilla estaba Humberto, auxiliar conocido como gallo, bueno en lo personal y laboral e identificado con su alias, lo disfrutaba. Recuerdo esas amanezcas en la presa, al llegar la madrugada, alguno gritaba: gallo son las cuatro y, él, con aleteo incluido, lanzaba un ¡kikirikiiii! y, alternándose, todos lo imitaban simulando el amanecer campestre, era muy agradable, se reanimaba el ambiente.

Él tenía sus peculiaridades, contaré 3 con relación al caso. 

a) Era muy hábil para andar en taludes empinados (en los estribos de la presa subía y baja cómo si nada, realmente, por esa habilidad, parecía un gallo). 

b) En las jornadas nocturnas, era el encargado de alumbrar el punto de referencia y lo hacía con estilo, alumbraba el punto con el reflector, se afirmaba y cerraba los ojos (dormitaba). Pero, al oír listo, se desplazaba al punto siguiente y hacía lo mismo, sin fallar (así, parecía un gallo descansando: “Levanta una pata, cierra los ojos y se queda rígido”). 

c) En 1971, regresando con mi familia de Panamá, por la hora pernoctamos en San Isidro del General. Estando en la habitación, al oírse el canto de un gallo en la puerta ellos se sorprendieron, calma les dije, debe ser Humberto.  Abrí y, sí, ahí estaba él, venía a saludar (no necesitó llamar, cantó cómo un gallo y le abrí).

Sin duda, él disfrutaba ese apodo, pero odiaba el otro, “San Juan”, así le pusieron los irreverentes (era parecido al Santo), y, seguro por fervor religioso, no lo toleraba. Por eso, cuando a escondidas le gritaban San Juan, se enfurecía y, golpeando el cuchillo contra el suelo, retaba a pelear (el gallo cantor se convertía en gallo de pelea capaz de cualquier cosa). Nadie lo enfrentó, sólo querían disfrutar su furor, o sea, enojarse es un grave error, porque, además de convertirse en hazmerreir, afecta su salud.”

Ese círculo vicioso sólo se rompe cuando el afectado deje de enojarse o sea, cuando deje de divertir a los provocadores.


Beto, julio, 2016

sábado, 2 de julio de 2016

Luche, Saningo y Zorro e‘leña: 3 en 1


.../ viene
 
Una misma persona, por cargar más de un apodo, podría testificar el agrado y el enfado mencionado. Relatando un hecho lo demostrare:
 “A mediados del siglo pasado conocí en Alajuela un señor apodado luche, para entonces no sabía su nombre, todos lo llamaban luche y era famoso por disfrazarse de diablo de las fiestas populares (lo hacía muy bien, con sus rugidos y retorcimientos satánicos, más el cascabeleo y los golpetazos con una vejiga de res inflada, los niños se esmorecían y algunas señoras se desmallaban, era ver al diablo suelto por las calles. Así lo recuerdo).
Luego, en 1961 cuando llegué al P. H. Río Macho, me lo encontré trabajando en él. Eso sí, ya con 3 apodos, pues, por una coincidencia [él se llamaba José Luis Soto y un famoso futbolista de esa época llamado “Saningo Soto” tenía idéntico nombre (José Luis  Soto)], los compañeros le decían saningo. Y, el colmo, por su figura los mal-amansados le pusieron zorro e’ leña, ese no le gustó y al presentarse advertía:
Me llamo José Luis Soto, mis amigos en Alajuela me dicen Luche, mis amigos en el proyecto me dicen saningo y los hijos de p… me dicen zorro e’ leña. Usted escoge”.
Sin duda, con ese toque manifestaba claramente su sentir y señalaba el límite de la enemistad.
Con esa reacción, manejó la situación muy bien. Posiblemente, por respeto a su madre, los mal-amansados se abstuvieron de molestarlo (nunca lo oí peleando por ese motivo), o sea, marcar la cancha y caracterizar a quienes la irrespeten, pareciera ser una buena opción (por lo menos en este caso lo fue).  

Beto, julio, 2016

U.V.A. ejemplos de su agudeza


.../ viene

Dejamos pendiente 4 ejemplos que reflejan el agudo trabajo -en el parque de Alajuela- de U.V.A. (Unión de Vagos Alajuelenses):

Por problemas en su pierna derecha, el señor “X”, caminaba diferente a los demás, daba el paso con la izquierda y arrastraba la derecha, así se desplazaba por la ciudad. Por eso, resaltando su forma de caminar, groseramente le pusieron “PUNTO y COMA”.

Por reflejos nerviosos, el señor “Y”, al caminar, levantaba los hombros y movía la cabeza. Por ese gesto, burdamente le pusieron ¡PORTA MÍ!
Por ser francés, le Monsieur “Z”, nunca supo porque le decían “CHURRO” y, sorprendido, exclamaba: En Francia soy lord, en Estados Unidos míster y en Alajuela ¡churro!, ¿por qué? (Entre nos, por ser larguirucho y con piel amarillezca, era parecido a esa fruta de sartén).

Por su apellido, a la familia Casasola, apenas llegando a Alajuela le pusieron “SE ALQUILA”

Historias así hay muchísimas (camote, culebrón, cañón, luche, chon y más). Pero, tratándose de una muestra, con éstos es suficiente.   Al respecto antes nos decían:

“Usted tiene derecho de hacer lo que quiera, siempre y cuando no moleste a nadie”  
“Todo derecho lleva implícito un deber “(era otro decir).

En este caso el deber es: “Respetar a quiénes nos rodean”.

Por eso, el apodo dado a persona o cosa para resaltar alguna cualidad, causa o defecto, es, desde todo punto de vista irrespetuoso: “No lo deberíamos usar, menos cuando éste altera a la persona”. Ese no cumplido “deberíamos“ es el que me hace recordar varias anécdotas de reacciones a un apodo, que publicaré una por una.
continúa .../
Beto, julio, 2016

Consideraciones sobre el nombre y sobrenombre


Por pura suerte, el mes pasado me topé con dos conocidos de aquellos tiempos de muchachez y, lógico, pasamos un rato muy agradable recordando esa época. Luego, repasando lo hablado, me puse a pensar por qué razón, en algunas ocasiones, al memorar personas las mentamos por el apodo sin recordar el nombre (balín, gallina, mosco,…). Eso es totalmente contrario a las enseñanzas de entonces, pues, una de ellas nos inducía a llamar a las personas por su nombre, y, dándole vuelta al tema, concreté tres puntos importantes al respecto, los cuales, por considerarlos de provecho, los pongo a disposición de quienes visitan mí blog.

El nombre nuestros padres nos lo asignan al nacer y al anotarlo en el acta de nacimiento, junto a la información requerida llega al Registro Civil y nos registran como un nuevo ciudadano o sea, nos asignan la identidad. Por eso, repitiéndonoslo con empeño, nos educan para responder a él y, al divulgarlo, familiares y amigos lo usaran para llamarnos. Además de ese uso cotidiano, también nos ubica en la historia, porque, con él, registran nuestros avances (nacimiento, estudio, obras de bien, matrimonio,…, óbito), y, siendo éste un registro permanente, es parte de la historia patria.  Así, de nosotros depende cuánto aportemos (entre más contribuyamos, mejor). “Es muy valioso”.  Por eso, lo usual es: “Llamarnos por el nombre”

También, por cariño y/o llaneza, algunas familias usan el hipocorístico, el cual, es simplemente un diminutivo del nombre (Caliche, Nano, Pepe, Paco, Teo. Aní, Mina, Tina, Tere, Vicky,…). Esta costumbre es de total aceptación, nunca he oído a nadie molesto por ella, más bien, en los nombres muy largos estos diminutivos facilitan (Maximiliano / Max) y, por ser algo familiar, su uso no es obligatorio, se puede abandonar. Se estila entre familia, compañeros y amistades cercanas.
En aquel tiempo, cuando debíamos llamar a las personas por su nombre, este diminutivo por ser de uso cariñoso y/o familiar, tenía la aceptación del nombre entre allegados. Recuerdo muchos de esos casos en donde nos mandaban a hacer alguna diligencia donde algún profesional, comerciante, familiar, vecino o vecina u otros, dándonos el nombre hipocorístico y era bien visto.
Por ejemplo: Don Paco el abogado, el padre Toño, don Beto el prestamista, don Pepe el pulpero, doña Chica la vecina, doña Tina la purera, mi padrino Felo, mi madrina Mira y su esposo Memo, doña Chepita, la niña Tela, la prima Sole, Lupe mi hermana y muchísimos más.   
Los buenos hechos enmarcan el nombre.  Actuando en bien de los demás, se gana el renombre
El sobrenombre es el apodo puesto a una persona o cosa por algún defecto o circunstancia, pocas veces se recibe con agrado, por lo general se siente irrespetuoso, molesto y hasta odioso. Sin embargo, a pesar de su absurdidad, hay personas con habilidad e irreverencia para practicarlo. No sé ahora, pero, cuando yo me criaba, en Alajuela había mucho individuo de esa línea, algunos se reunían en el Parque frente a Catedral e intervenían en todos los sucesos (con chistes, bromas y, ante todo, apodos), eran muchos y alternándose cubrían las 24 horas. Así, estando atentos, no se les pasaba nada ni nadie, por eso se ganaron el mote de “UVA”. (Unión de Vagos Alajuelenses). Con cuatro ejemplos -en mi próxima publicación- bastará para transmitirles la agudeza del grupo al asignarlos:

continúa ..../
Beto, julio 2016

miércoles, 1 de junio de 2016

MI ESTRENO COMO PERITO (o mi ocupación fugaz)


Cuando yo era un treintón (allá por 1970), tras contarme un pleito de 10 o más años a punto de perder, un familiar cercano dedicado a la abogacía litigante me pidió permiso para proponerme como perito en la última instancia del caso (Casación). Sin interesarme la peritación, pero intrigado por la causa del alargue y casi fracaso de esa lid (¡una propiedad perdida!), acepté. Días después, ya ratificado por el Juzgado, pedí la información y recibí un grueso expediente (era el cúmulo de 10 o más años de trámite), hojeándolo, señalé lo de incumbencia y, estudiando eso, conocí a fondo el caso. El cual, por el debido respeto, lo contaré con nombres simulados. Así:

En Mina Linda, pueblo rural de la provincia de Alajuela, estaba ubicada la finca en conflicto y vivían las dos familias emparentadas e involucradas en el caso. Una la conformaban tres hermanas ya adultas mayores María, Rosa y Sara y la otra Luis -el hijo de Maria y sobrino de Rosa y Sara-, su esposa Clara e Iris la hija de ambos. La finca era el medio de subsistencia de Luis y, según dicta la demanda, en la esquina Sur-oeste de esa finca, como si fuera parte de ella, había una hectárea de terreno debidamente cercada e inscrita a nombre de las tres hermanas (madre y tías de Luis), la cual, con la anuencia de ellas, él trabajó toda su vida y hasta le quitó los alambres de la cerca para utilizarla como si fuera una sola. Todo marchaba bien, pero, al morir Luis sin testar y pasar la finca a mortual, Clara, la viuda de Luis, la presentó como una sola propiedad. Ellas reclamaron su derecho, pero, aunque tenían justa razón, su reclamo fue insuficiente, no lograron probar la existencia de su finca. Por eso, para hacer valer ese derecho, lo elevaron a juicio y casi lo pierden.

Al estudiar el expediente para enterarme del avance del caso, no logre comprender cómo, siendo una finca inscrita y con un claro detalle de lo ocurrido, los peritos precedentes no lograron encontrarla. Intrigado, para comprobarlo planeé la gira al sitio. El Juzgado, le notificó día y hora de la visita al Delegado Distrital de la Guardia Rural y le encomendó citar a las partes y acompañarme durante la diligencia. El día fijado pasé a la Delegación y, a la hora señalada, con el Delegado y mi Asistente llegué a la finca donde estaban las partes esperando. El Delegado nos presentó y, anotando fecha, hora y presentes, el asistente abrió el acta correspondiente e inicié el interrogatorio para conocer la posición de cada una de las partes. Para mí fue algo molesto, porque, aunque eran dos familias con parentesco muy cercano, no se hablaban entre ellas (las 3 hermanas con la viuda y la huérfana de Luis). Sin embargo, para obviar el problema, se me ocurrió ponerlas a dialogar indirectamente (una escuchaba a la otra y cuando yo la volvía a ver, me contaba su posición al respecto), así, con sólo preguntar a las hermanas sobre el motivo de la demanda y permanecer en el centro mirando hacia uno u otro grupo, obtuve una versión detallada de la parte y contra parte. Luego, al terminar la comparecencia, junto al delegado y el asistente, recorrí el sitio buscando la propiedad supuestamente “perdida”.

Por lo leído y lo escuchado, tenía una idea clara de la finquita y, con ella, pude ubicarla. Busqué la esquina Sur-Oeste de la finca (según lo detallado esa era de la finquita), y, a pasos, marqué el fondo y frente de la misma, luego, observando, vi árboles de jocote enmarcando un área similar a la buscada, los revisé uno a uno, encontrando vestigios de cerca vieja pues el alambre queda incrustado en el tronco. Sin duda, pensé, ésta es la finca “perdida”, debo probarlo.

Para mí, los restos de alambre incrustados en los troncos de jocote evidenciaban la existencia de la propiedad buscada, pero, para un litigio, debía presentarlo de forma totalmente convincente, para lograrlo debía levantar toda la finca y el rastro del lindero hallado, calcular y elaborar los planos respectivos o sea, triplicar el trabajo y, por ende, el costo. Cómo la parte demandante debe cubrir el costo de la prueba pericial para demostrar la existencia del terreno. Obviamente debía plantearles la triplicación del valor antes de iniciar. Para hacerlo, le pregunté al Delegado si las hermanas vivían cerca y respondió: Sí, a 100 m de aquí, ¿vamos? Sí, le respondí, pero vamos en carro para cuidar el equipo.

Me estacioné frente a la “casa”, en medio de un barrizal, por suerte andábamos con botas, la casa era de madera pero en condición deplorable, realmente daba lástima. El delegado las llamo y de inmediato salieron las tres. Sara, la menor, exclamo ¡Qué buen carro, llega hasta el frente!, necesitamos un carro como éste, siempre nos dejan largo por miedo al barreal. Realmente el ambiente se presentaba negativo para plantear la negociación, pero, ni modo, debía hacerlo y lo hice. Sara, la enamorada del carro, se desprendió y entró a la casa. Y, para evitarles algún desajuste, les insinué; “el valor del terreno puede ser menor al del trabajo”, piénsenlo. Sin embargo, al regresar Sara portando la diferencia, a coro dijeron: “Tome hágalo (me la entregaron), nosotras no peleamos por el terreno sino por nuestro honor, dijimos que ahí estaba la finca y queremos demostrarlo“. Y, ante tan contundente decisión, aunque muy dolido, les dije: así se hará.

De regreso al sitio de trabajo, para desahogarme, comenté el mal momento vivido; venir donde una familia tan pobre a incrementar sus gastos. Y, el Delegado inmediatamente contestó: No, no se preocupe, ellas viven así porque quieren, tienen mucha tierra y mucha plata, pero no disfrutan, podrían tener un carro como éste o mejor y vivir en un palacio si quisieran. Imagínese, sólo por mencionarle algo, ellas tienen unos tajos en las fincas, tres de ellos los tiene en pleito con el MOPT y, para poderlos trabajar, el Ministerio depositó en los juzgados respectivos lo correspondiente al avalúo inicial ¢25, ¢30 y ¢42 millones (¢97 millones, y ellas no quieren retirarlos hasta concluir la disputa). Le dije: gracias, realmente me devolvió el ánimo, me sentía mal, pero, ahora comprendo, me dejé sorprender por la apariencia y, según nos decían: “Las apariencias engañan”. Muy cierto.

Una vez reanimado, realicé el trabajo, presenté el informe y, días después, me citaron a una reunión en la Corte Suprema de Justicia. Me apersone el día y hora señalada en el lugar indicado, entregue el citatorio y me dijeron: Sí, lo cito don Ulises (Presidente de la Corte), siéntese ya lo atiende. Al momento, abriendo la puerta me dijo, por favor pase por aquí, entré y ahí estaba don Ulises, nos saludamos y, tomando unos documentos dijo: venga sentémonos aquí (una mesa de trabajo), y, extendiendo el plano y otros documentos del informe, comenzó a preguntarme sobre el caso. Por el tipo de preguntas, necesitaba ciertas aclaraciones sobre el rotundo cambio (apareció la finca). Con las respuestas y explicaciones, traté de aclararle las dudas y mostrarle la veracidad de lo hecho. Por eso, hasta donde pude, reafirmé los tres conceptos básicos del informe:

1. Por ser un bien inmueble, una finca jamás se puede dar por perdida, con los datos de inscripción se localiza y/o con la información suministrada se busca, en ambos casos se encuentra la finca o lo a ella ocurrido. (tras un desastre, sirve para restaurar todo).

2. En la demanda describían la finquita con los linderos Norte y Este en colindancia con Luis. Para empezar por lo fácil, usando un método ligero (medir a pasos y observar), los busqué y encontré la evidencia para decir “ésta es la parcela buscada” (Quién busca encuentra).

3. Para verificar lo encontrado, usando un método preciso, levantamos la finca completa más los rastros descubiertos del lindero Norte y Este de la finquita, luego, al hacer el plano para el informe, la cabida de cada propiedad (finca y finquita), resultó coincidente con la del Registro o sea, sin duda, hallamos el lindero buscada (La suma de las partes = al todo).

Terminada la entrevista, al despedirnos, don Ulises me dijo: Buen trabajo, muchas gracias.

Comentario: Ganaron el pleito y, en el Juzgado, comenzaron a asignarme otros casos, pero, por ser una actividad molesta para mí, forzándome realice cuatro o cinco y renuncié, no quise más. Realmente es muy agradable coadyuvar en la solución de un caso, pero, por tratarse de un pleito, los factores fastidiosos son mucho más y me ahuyentaronñ entre otros: -La mudez entre las partes. -Andar resguardado. -Mucho pleito para poco caso. -Injusta partición entre las herederas, lo plano para la esposa e hija y lo quebrado para la madre,… Esto lo vi en el plano de la finca empleado para el levantamiento, la superficie del terreno tenía dos tercios casi planos, y, un tercio quebrado, era el descenso hacia el río.   
Anécdota chistosa:

Entre nos, a las hermanas (María, Rosa y Sara), por la forma de vestir y el mucho hablar, el asistente les puso: “Las urracas”, ingeniosa comparación, cómo alajuelense sabía poner apodos. 

Beto, junio 2016 
Los textos y fotografías de este blog están bajo mis derechos de AUTOR, Heriberto Arroyo